5.10.06

El otro idioma.


A los tres días de nacido, mientras yacía en mi cuna forrada de seda, mirando con asombrada desilusión el nuevo mundo que me rodeaba, mi madre le dijo a mi nodriza: “¿Cómo está mi hijo?”

Y mi nodriza le contestó: “Muy bien, señora; lo he alimentado tres veces, y nunca he visto a un niño tan alegre, no obstante lo tierno que es”.

Y yo me indigné, y lloré, exclamando: “No es verdad, madre; porque mi lecho es duro, la leche que he succionado es amarga, y el olor del pecho es desagradable a mi nariz, y yo soy muy desgraciado”.

Pero mi madre no me comprendió, ni la nodriza; pues el idioma en que había yo hablado era el del mundo del que yo procedía.

Y cuando cumplí veintiún días de nacido, mientras me bautizaban, el sacerdote le dijo a mi madre: “Debe usted ser muy feliz, señora, de que su hijo haya nacido cristiano”.

Y yo me asombré mucho al oír aquello, y le dije al sacerdote: “En ese caso, la madre de usted, que está en el Cielo, debe ser muy infeliz, pues usted no nació cristiano”.

Pero el sacerdote tampoco entendió mi idioma.

Y siete lunas después, cierto día, un adivino me miró y le dijo a mi madre: “Su hijo será un estadista, y un gran líder de los hombres”.

Pero yo grité: “¡Falso! ¡Esa es una falsa profecía; porque yo seré músico, y nada más que músico!”

Y tampoco en esa ocasión y teniendo yo esa edad entendían mi idioma, lo cual me asombraba mucho.

Y después de treinta y tres años, durante los cuales han muerto ya mi madre, mi nodriza y el sacerdote (la sombra de Dios proteja sus espíritus), solo sobrevive el adivino. Ayer lo vi cerca de la entrada del templo, y mientras conversábamos, me dijo: “Siempre supe que serías músico; que llegarías a ser un gran músico. Eras muy pequeño cuando profeticé tu futuro”.

Y le creí, pues ahora yo también he olvidado el idioma de aquel otro mundo.

El Loco, Jalil Gibrán

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