25.11.07

Capitulo VI.Miedo en la escuela


Han pasado muchos meses ya desde aquel encuentro en la capilla abandonada. Los años han ido trayendo otras primaveras y otros inviernos en los cuales Paquita, nuestra burrita aventurera, ha pasado a formar parte de una familia muy trabajadora del pueblo de San Tomé. Querida por niños y adultos, Paca cada día se pone mucho mas hermosa y no cabe duda de que sus genes hablan por si mismos. Nadie conoce la historia de paca, ni de donde viene, pero si saben que sus padres debieron haber sido unos especímenes de raza pura y cada vez que alguien en el pueblo lo menciona, las orejas de la burrita se paran con orgullo.
Cada mañana, después que los niños desayunan y hacen sus deberes del hogar, sobre su amplio lomo, paquita se regocija en llevar a los niños hasta la escuela y mientras ellos asisten a sus clases ella se queda por los pastos esperando que salgan a recreo. En esas horas, Paquita se divierte como otra niña mas saltando y brincando, paseando a los pequeños y correteando a los grandes. Los niños en regalo le tejen collares con las flores y se las cuelgan al cuello.
Esta escena conmovía mucho a la maestra que aprovechando un rato de descanso miraba por la ventana en aquel atardecer maravilloso, mientras sus alumnos se divertían brincando de un lado al otro bajo la tutela de Paquita que los cuidaba a la vez que jugaba con ellos
La melancolía llegaba a ella cada vez que su mente lograba un poco de tranquilidad, tratando de sentir una presencia en la distancia que llegara junto con ese horizonte que cada vez se hacía mas anaranjado
Los recuerdos vuelan por su mente como escenas repetidas de una historia que ella pretende no querer recordar. Y es que hace ya un par de años, casi al mismo tiempo que llego paquita al pueblo, su Manuel, su novio desde que estaba en la escuela, se despidió de ella prometiendo regresar cuando hubiera podido encontrar la manera de ser digno de ella y ofrecerle todo lo que él anhelaba darle cuando se casaran.
De nada valieron los ruegos de la maestra para convencerlo de que ella solo necesitaba su amor, porque él, un domingo bien temprano por la mañana en el primer autobús del pueblo, partió hacia otra ciudad lejana sin que ella hubiese tenido noticias suyas en todo este tiempo, llegando a suponer que quizás por esos lugares, Manuel ya se hubiera encontrado alguien mas para compartir su vida.
Sin embargo, hoy Adela miraba por la ventana, con esa misma mirada esperanzadora que la hacía creer que algún día detrás de esas montañas vería regresar al hombre que una vez le juro vivir a su lado para siempre…
-Maestra…maestra…grito uno de los niños. Patricio se ha caído en un pozo y no puede salir.!!
Los gritos de Juanito sacaron abruptamente a la maestra se sus pensamientos y levantándose apresuradamente corrió al encuentro del niño. Ciertamente, en medio del patio donde los niños solían jugar, se había formado una especie de cueva vertical en donde a duras penas se lograba divisar al pequeño. Adrianna, al ver que su hermano estaba en el fondo de ese agujero, lloraba sin cesar mientras los demás niños le lanzaban cuerdas para ver si el niño lograba asirse pero todo era inútil, el agujero era profundo y las cuerdas muy cortas.
- Dios mío…necesitamos ayuda antes de que anochezca..No puedo dejar a los niños solos..y no puedo quedarme sin hacer nada..que hago?
Juanito le dijo a la maestra que el podría ir encima de Paquita hasta el pueblo y buscar ayuda y ella entendiendo que era lo mejor que se podía hacer, dejo marchar al niño de inmediato sin dejar de advertirle:
- Agárrate bien del cinto…no te acerques mucho al despeñadero…por favor Juanito, ve con cuidado -
- Si maestra..no tenga cuidado..volveré…
Como le sonaba mal esa palabra a Adela..”Volveré”…y movió su cabeza repetidamente para olvidarse del significado que tenían para ella..
- Patricio..puedes oírme? Estas bien? No te has hecho daño?
El niño respondía cada una de sus preguntas tranquilizándola al escuchar que se encontraba bien y que no se había hecho daño pues Adela no se podía dar el lujo de llorar en estos momentos frente a los demás niños. Mientras hablaba con la maestra, Patricio le contaba que algo raro había en ese lugar. Era como si muchas cosas de diferentes tipos se encontraban apiñadas una sobre otras pero escasamente podía reconocer que era ya que la visibilidad era casi nula. Lo único que podía hacer era tantear con sus pequeñas manos con cuidado sin mover mucho las cosas de lugar.
- Patricio, mantente en un solo lugar..el piso no esta muy firme y si se desploma será mucho mas difícil sacarte de ahí.
Pasaron casi dos horas antes de que llegara ayuda del pueblo y el sol estaba ya rozando el horizonte. El color rojizo propio de estas horas teñía el cielo de tonalidades otoñales que servían de fondo a este drama que ocurría en las inmediaciones de la escuela. La labor del rescate no fue nada fácil. El piso en la cima del agujero se encontraba débil y con cada intento de jalar la cuerda se desmoronaba. El miedo de que viniera un derrumbe y sepultara al niño se sentía latente.
Paquita, inquieta, revoloteaba alrededor de los hombres que lanzaban una y otra vez las cuerdas. Ella quería ver a su niño Patricio de nuevo y no sabía de que manera ayudar. Daba vueltas y mas vueltas pensando en lo que ella podía hacer pero los hombres la alejaban del lugar con gritos que la ponían triste.
Cada vez el lugar se ponía mas oscuro. A estas horas ya varias personas mas, incluyendo a los padres de Patricio, se encontraban en el lugar tratando de ayudar. Los hombres estaban haciendo una escalera con las ramas y las cuerdas que habían traído. Pero tenia que ser una escalera muy larga que llegara hasta donde el niño se encontraba y se calculaban unos 10 metros. Nadie se explicaba como Patricio no se había hecho daño y algunos aducían que la caída debía haber sido diagonal y lentamente porque de haber sido vertical el niño tendría algún hueso roto.
Paquita, sin saber como, ni porque, tuvo un presentimiento o un instinto. Ella había crecido en el desierto, no era una mulita culta pero si astuta como su padre y ella conocía bien algunos secretos de la zona. Muchas veces su padre, para protegerla de los animales salvajes la llevo hacia algunas cuevas que estaban enclavadas en las montañas y las cuales tenían muchísimos pasadizos. En algunos de ellos se podían observar algunos agujeros en la cima por los cuales atravesaba la luz del sol…
Los hombres terminaron de hacer la escalera y estaban listos para descenderla por el boquete en el piso. Llamaron y llamaron a Patricio para advertirle que tuviera cuidado al subir por ella pero no recibieron respuesta.
- Patricio! Despierta, ya es hora de volver a casa- Decía su madre entre lagrimas, pero el silencio era total
Uno de los hombres trato de asomarse al agujero y alumbrarlo con una antorcha de cebo para ver donde se encontraba el niño y de repente, el miedo que todos tenían se hizo real…El piso cercano al borde se desplomo cayendo un alud de tierra sepultando gran parte del foso .
Todo el mundo gritaba, lloraba… Dios mio!! Patricio quedo enterrado varios metros abajo!!
Y en medio de todo ese alboroto y lamentos de repente surgió una figura de entre la oscuridad. Paquita, con su patita coja haciendo clipi titab clipi titab..llena de polvo de las patas a las orejas, llevaba sobre su lomo a un niño Patricio casi adormecido.
- Mama..papa, estoy aquí, no lloren
Todos corrieron a ayudar a Paquita y bajaron al niño para acurrucarlo en sus brazos. Los hombres le daban palmadas a la burrita ..¡Bien hecho, Paquita…bien hecho! , y entre risas y el jolgorio de haber podido rescatar al niño, los habitantes del pueblo de San Tomé fueron dirigiéndose cada uno hasta sus hogares dichosos de haber podido terminar este asunto trágico en un final feliz.
Pero aun faltaba por venir alegría a este pueblo, ya que lo que ellos no sabían y no tardarían en descubrir, es que dentro de la cueva a donde Paquita había entrado a rescatar a Patricio se hallaban ocultas muchas de las pertenencias del encomendado Don Gonzalo Quevedo que mucho antes de abandonar estas tierras había mandado a esconder para venir posteriormente a buscarlas pero que al regresar no pudo hallar.
Paquita, se sentía feliz. Ella había podido hacer algo por estas personas que desde el principio le habían dado cariño sin menospreciarla por su defecto al caminar y hoy había respondido de igual manera al demostrarles cuanto los quería. En eso iba ella bajando al pueblo mientras observaba la noche salpicada de luminosas estrellas cuando de pronto una visión hizo humedecer sus ojos empolvados. Arriba en el cielo, de entre todas las estrellas, había una que titilaba mucho mas fuerte y que ella pudo reconocer como la misma de aquella noche solitaria en el desierto. De nuevo su brillo le trasmitió calma a sus angustiados recuerdos y mientras descendía quiso pedirle a su amiga luminosa un deseo. En secreto, burrita y estrella entablaron una conversación privada pero por la cara de felicidad de la burrita y el brillo de esta estrella que aparecía cada vez que iba finalizando el otoño, podía adivinarse que algo bueno estaba por suceder.

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