Era de noche en la tierra, mediodía en “Freitag”, así se llama donde acontece esta historia, y se encuentra de cara opuesta al sol.
Allí ni el Everest, ni ninguna altura similar a él que se conozca, se asemeja a lo que voy a expresarme.
Aquí los picos eran nítidos y no conocían la nieve, la única que por allí había era la de sedas, que pendían de la testa del único niño que aparentemente manaba por los alrededores.
No tendría más de siete u ocho años y debería medir un metro y medio no más.
Su rostro pecoso y con cachetes resaltantes por rosados, demostraban que la inocencia existía en demasía en su alma; los ojos de mirada oscura dejaban ver que vivía en ellos un dejo de tristeza, que quién sabe qué o quién había dejado tal vez inconscientemente o tal vez no.
Una seta de dos metros aproximados de altura, con cúpula blanca y a lunares azules, y un tallo rectangular por donde se distinguía una puerta amarilla nos asegura ser su morada.
Esta era visible desde todos los horizontes, pues sus colores resaltaban contra el verde limón de una pradera infinita, en esta existía como un rincón de juegos, a donde se dirigía dos por tres “sepelio”, un conejo rojo de orejas cortas y cola de caballo; y que para desconcierto saltaba de costado, y también se lo veía a “Nimbo”, porque así se llamaba el niño, a veces girando sobre un átomo negro el que hacía girar unas veces como el pensamiento y otras como baile de tortuga o sino, lo encontrábamos meciéndose en una rama de lluvia; se balanceaba de izquierda a derecha y luego de haber obtenido suficiente fuerza se dejaba caer para sostenerse en otra, debajo de él siempre saltaba “Sepelio” por las dudas que “Nimbo” se cansara y se cayera, el conejo era el único amigo de este extravagante pequeño.
Allí ni el Everest, ni ninguna altura similar a él que se conozca, se asemeja a lo que voy a expresarme.
Aquí los picos eran nítidos y no conocían la nieve, la única que por allí había era la de sedas, que pendían de la testa del único niño que aparentemente manaba por los alrededores.
No tendría más de siete u ocho años y debería medir un metro y medio no más.
Su rostro pecoso y con cachetes resaltantes por rosados, demostraban que la inocencia existía en demasía en su alma; los ojos de mirada oscura dejaban ver que vivía en ellos un dejo de tristeza, que quién sabe qué o quién había dejado tal vez inconscientemente o tal vez no.
Una seta de dos metros aproximados de altura, con cúpula blanca y a lunares azules, y un tallo rectangular por donde se distinguía una puerta amarilla nos asegura ser su morada.
Esta era visible desde todos los horizontes, pues sus colores resaltaban contra el verde limón de una pradera infinita, en esta existía como un rincón de juegos, a donde se dirigía dos por tres “sepelio”, un conejo rojo de orejas cortas y cola de caballo; y que para desconcierto saltaba de costado, y también se lo veía a “Nimbo”, porque así se llamaba el niño, a veces girando sobre un átomo negro el que hacía girar unas veces como el pensamiento y otras como baile de tortuga o sino, lo encontrábamos meciéndose en una rama de lluvia; se balanceaba de izquierda a derecha y luego de haber obtenido suficiente fuerza se dejaba caer para sostenerse en otra, debajo de él siempre saltaba “Sepelio” por las dudas que “Nimbo” se cansara y se cayera, el conejo era el único amigo de este extravagante pequeño.
Nimbo era muy ingenioso, había inventado una vez hisopos para no lastimarse los dientes, que eran mármoles blancos como su pensamiento otra vez fue un reloj de estrellas, pues el quería medir el tiempo, desde este momento el mes para él constaba de diez días según los dedos de sus manos.
Sus bolsillos que eran medianos deberían existir no menos de doce mil bolitas de arena a las que llamaba “hideas” y se daba muchas mañas para usarlas, por eso lo de ingenioso.
Su pantalón amarillo, por tanto peso, necesitaba de un solo tirador, este era ancho, como de ocho dedos humanos y cuando llegaba a las inmediaciones del cuello se abría para dar paso a la cabeza, para luego cerrarse nuevamente a la altura de la nuca, también llevaba camisa negra como sus ojos, hecha de algodón estelar.
Un día hablando con el conejo sobre historias de los confines del universo, se les hizo de noche y cuando se aprestaban a dormir los cuatro ojos quedaron duros mirando la luna, en primer instante creyeron que era una estrella fugaz, pero acto seguido supieron que no.
“Sepelio” se jactaba de conocer todo el universo, como no jactarse ante alguien que lo único que conocía era “Frestag”, en ese instante “Nimbo” comenzó por comprender que “Sepelio” no era tan sabihondo como se ufanaba y fue cuando las dudas se vinieron a torrentes, fue entonces cuando lo hizo notar que ya todo no era tan simple:
- ¿Qué es eso? De estrella no tiene nada!
El conejo seguía con ojos duros y boca inmuta.
- atiéndeme, contéstame! No es que sabes todo lo habido y por haber? Vamos responde!
Estupefacto “Sepelio” no contestaba tratando de tomar tiempo para responder a tanta multitud de preguntas deseando con ahínco tener una sola bolita de arena de aquel niño preguntón, pero no y tampoco quería contestar con la verdad porque el si sabía que había hombres en el cosmos.
La curiosidad también existía por aquí y esta fue la que avivó los ojos de “Nimbo” y receloso de su amigo se le vino el primer tiempo de enojo y mal humorado y con las manos sin saber donde ir, se apartó sin decir palabra a su reta, “Sepelio” dolorido por la reacción de su amiguito, simplemente atinó a esconderse entre las ramas de lluvia, para que no se notara que también habían lágrimas por allí, aunque tampoco el niño lo supiera, el conejo ya sabía de antes… llorar.
Con el paso de los minutos de él, días nuestros, “Nimbo” empezó a crear otra bolita, tenía que inspeccionar que era lo que había visto y de dónde provenía y cuando observó que el conejo no andaba en las inmediaciones se aprestó a emprender un viaje según el de aventuras.
Sus bolsillos que eran medianos deberían existir no menos de doce mil bolitas de arena a las que llamaba “hideas” y se daba muchas mañas para usarlas, por eso lo de ingenioso.
Su pantalón amarillo, por tanto peso, necesitaba de un solo tirador, este era ancho, como de ocho dedos humanos y cuando llegaba a las inmediaciones del cuello se abría para dar paso a la cabeza, para luego cerrarse nuevamente a la altura de la nuca, también llevaba camisa negra como sus ojos, hecha de algodón estelar.
Un día hablando con el conejo sobre historias de los confines del universo, se les hizo de noche y cuando se aprestaban a dormir los cuatro ojos quedaron duros mirando la luna, en primer instante creyeron que era una estrella fugaz, pero acto seguido supieron que no.
“Sepelio” se jactaba de conocer todo el universo, como no jactarse ante alguien que lo único que conocía era “Frestag”, en ese instante “Nimbo” comenzó por comprender que “Sepelio” no era tan sabihondo como se ufanaba y fue cuando las dudas se vinieron a torrentes, fue entonces cuando lo hizo notar que ya todo no era tan simple:
- ¿Qué es eso? De estrella no tiene nada!
El conejo seguía con ojos duros y boca inmuta.
- atiéndeme, contéstame! No es que sabes todo lo habido y por haber? Vamos responde!
Estupefacto “Sepelio” no contestaba tratando de tomar tiempo para responder a tanta multitud de preguntas deseando con ahínco tener una sola bolita de arena de aquel niño preguntón, pero no y tampoco quería contestar con la verdad porque el si sabía que había hombres en el cosmos.
La curiosidad también existía por aquí y esta fue la que avivó los ojos de “Nimbo” y receloso de su amigo se le vino el primer tiempo de enojo y mal humorado y con las manos sin saber donde ir, se apartó sin decir palabra a su reta, “Sepelio” dolorido por la reacción de su amiguito, simplemente atinó a esconderse entre las ramas de lluvia, para que no se notara que también habían lágrimas por allí, aunque tampoco el niño lo supiera, el conejo ya sabía de antes… llorar.
Con el paso de los minutos de él, días nuestros, “Nimbo” empezó a crear otra bolita, tenía que inspeccionar que era lo que había visto y de dónde provenía y cuando observó que el conejo no andaba en las inmediaciones se aprestó a emprender un viaje según el de aventuras.
Tomó el átomo negro y aplastándolo contra el suelo con fuerza se elevó más allá de lo normal y después de haberse salido de la órbita de “Freitag”, empezó a bracear, como cuando nada. Nimbo ya estaba rumbo a la conocida luz azul que giraba alrededor de la luna, estaba rumbo a la conocida luz azul que giraba alrededor de la luna, estaba rumbo al desconocido movimiento interno de nuestra tierra.
Después de unas horas se posó en la parte oscura de la luna y mirando con sigilo y agudizando su vista nos descubrió.
Seguramente su visión era escasa en inteligencia, pues después nos diría que nos vio felices.
Al cabo de un rato cuando nos creyó dormidos, continuó con su meta, introducirse en nuestro planeta para poder contagiarse con la sabiduría de reír nuestra, sabiduría que el no sabía era escasa por demás en estos tiempos nuestros.
Nuestro pueblo era básicamente de campesinos, hombres buenos y fuertes para el trabajo, gente que no le hacía daño a nadie, que solo querían vivir tranquilos, sin pedir nada más que lo que su propio esfuerzo sembraba, solo querían comer el fruto de la tierra, simplemente vivir en paz, pero en cambio lo que conseguían era una hondonada de impuestos, a mi pueblo lo estaban sometiendo a ya no ser él, de mi gente los únicos que reían eran los niños ya que no sabían lo que sucedía, pues cada padre se había trazado el objetivo de sufrir sin que sus hijos lo notaran.
Para colmos ya no llovía como antes, pero “Nimbo” no lo sabía y refregando una de las bolitas de arena se las ingenió para hacerse amigo de “Ernesto”, uno de los tantos padres de mi pueblo.
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Con el pasar del tiempo “Ernesto” le confesó que era médico y “Nimbo” con disimulo le preguntó:
- ¿Y por qué médico?
A lo que el hombre comenzó a explicarle y así iniciar el siguiente diálogo:
- Porque de chico noté que son muchos los enfermos y pocos los que pueden curarlos y a mi me gusta servir a mis semejantes.
- Entonces sos feliz? Pues según tu hay muchos enfermos.
- Si fulera así sería el ser mas despreciable de la tierra y como te dije quiero que mi gente sea feliz
- Pero, por qué se enferma tu gente?
- Por la lluvia
- La lluvia es mala?
- La que hay hoy por aquí sí, lastima los cultivos y como no puede crecer nada, mi gente no come y tampoco puede beber agua de los ríos, la que antes era pura, hoy se mueren los peces y si nos queremos saciar la sed nos enfermamos y casi siempre luego morimos por no poder costear los medicamentos, por no poder vender lo que cosechamos con lluvia buena.
- Pero qué tienen que hacer?
-...yy en principio parar las guerras.
- Guerras! Qué es eso?
- Es cuando los que gobiernan ya no son la gente del pueblo.
- Son malos entonces?
- En definitiva…sí
- Otra pregunta…y disculpa que te agobie, la lluvia como se crea?
- Y nace de las nubes, mirá para arriba, ves aquel manchón blanco en el cielo? Bueno eso es una nube, y aunque no lo puedas creer estamos deseando que se aparte, que ni intente largar agua por estos lados.
- Ah! Por qué es una nube mala?
- Sí y no, las nubes son buenas, las que las hacen malas son los que ya no nos vienen a ver, bueno aparecen pero en tiempos de elecciones, si vieras las caritas que ponen por esos tiempos, el que no los conoce diría que nunca se olvidaron de sus orígenes, pero ya no quiero seguir hablando de esto, solo sirve esta conversación para deprimirnos más y ya no me caben mas depresiones, entendés o no?
Y medio entre que si y no, “Nimbo” asintió al fin con la cabeza, cuando el niño hubo quedado solo, conoció que el también podía…llorar.
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Después de unas horas se posó en la parte oscura de la luna y mirando con sigilo y agudizando su vista nos descubrió.
Seguramente su visión era escasa en inteligencia, pues después nos diría que nos vio felices.
Al cabo de un rato cuando nos creyó dormidos, continuó con su meta, introducirse en nuestro planeta para poder contagiarse con la sabiduría de reír nuestra, sabiduría que el no sabía era escasa por demás en estos tiempos nuestros.
Nuestro pueblo era básicamente de campesinos, hombres buenos y fuertes para el trabajo, gente que no le hacía daño a nadie, que solo querían vivir tranquilos, sin pedir nada más que lo que su propio esfuerzo sembraba, solo querían comer el fruto de la tierra, simplemente vivir en paz, pero en cambio lo que conseguían era una hondonada de impuestos, a mi pueblo lo estaban sometiendo a ya no ser él, de mi gente los únicos que reían eran los niños ya que no sabían lo que sucedía, pues cada padre se había trazado el objetivo de sufrir sin que sus hijos lo notaran.
Para colmos ya no llovía como antes, pero “Nimbo” no lo sabía y refregando una de las bolitas de arena se las ingenió para hacerse amigo de “Ernesto”, uno de los tantos padres de mi pueblo.
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Con el pasar del tiempo “Ernesto” le confesó que era médico y “Nimbo” con disimulo le preguntó:
- ¿Y por qué médico?
A lo que el hombre comenzó a explicarle y así iniciar el siguiente diálogo:
- Porque de chico noté que son muchos los enfermos y pocos los que pueden curarlos y a mi me gusta servir a mis semejantes.
- Entonces sos feliz? Pues según tu hay muchos enfermos.
- Si fulera así sería el ser mas despreciable de la tierra y como te dije quiero que mi gente sea feliz
- Pero, por qué se enferma tu gente?
- Por la lluvia
- La lluvia es mala?
- La que hay hoy por aquí sí, lastima los cultivos y como no puede crecer nada, mi gente no come y tampoco puede beber agua de los ríos, la que antes era pura, hoy se mueren los peces y si nos queremos saciar la sed nos enfermamos y casi siempre luego morimos por no poder costear los medicamentos, por no poder vender lo que cosechamos con lluvia buena.
- Pero qué tienen que hacer?
-...yy en principio parar las guerras.
- Guerras! Qué es eso?
- Es cuando los que gobiernan ya no son la gente del pueblo.
- Son malos entonces?
- En definitiva…sí
- Otra pregunta…y disculpa que te agobie, la lluvia como se crea?
- Y nace de las nubes, mirá para arriba, ves aquel manchón blanco en el cielo? Bueno eso es una nube, y aunque no lo puedas creer estamos deseando que se aparte, que ni intente largar agua por estos lados.
- Ah! Por qué es una nube mala?
- Sí y no, las nubes son buenas, las que las hacen malas son los que ya no nos vienen a ver, bueno aparecen pero en tiempos de elecciones, si vieras las caritas que ponen por esos tiempos, el que no los conoce diría que nunca se olvidaron de sus orígenes, pero ya no quiero seguir hablando de esto, solo sirve esta conversación para deprimirnos más y ya no me caben mas depresiones, entendés o no?
Y medio entre que si y no, “Nimbo” asintió al fin con la cabeza, cuando el niño hubo quedado solo, conoció que el también podía…llorar.
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La noche se le hizo corta y apenas le dio el tiempo para crear otra “hidea”, inventaría “una máquina de nubes buenas.”… serían hermosas, como las que anhelaba “Ernesto”.
Pasado el tiempo se presentó ante el médico y tomándolo de la mano lo llevó ante algo que lo dejaría atónito.
Tanto era el estupor de “Ernesto al observar semejante cuadro que solo atinó a decir:
- Pero como se te puede ocurrir hacer una estufa gigante en medio del campo, las estufas son para calentar las casas y que yo sepa casa tan grande no hay por aquí.
- Espera, espera- y soltándolo se acercó a la boca de la estufa y comenzó a explicarle:
- Si la mitad de la gente me trae tanta leña como pueda y la otra mitad mucho agua mala, estoy casi seguro que los podré ayudar, en ti está la decisión, podrás ser el médico que tú quieras.
- La idea de ayudar está bien, pero esto es absurdo.
- De cuanto quieras a tu pueblo es la dimensión de lo que llamas absurdo
Pensó y pensó y requete pensó “Ernesto”, y al final accedió, total no perdía nada y se aprestó a convencer al pueblo.
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Pasado el tiempo se presentó ante el médico y tomándolo de la mano lo llevó ante algo que lo dejaría atónito.
Tanto era el estupor de “Ernesto al observar semejante cuadro que solo atinó a decir:
- Pero como se te puede ocurrir hacer una estufa gigante en medio del campo, las estufas son para calentar las casas y que yo sepa casa tan grande no hay por aquí.
- Espera, espera- y soltándolo se acercó a la boca de la estufa y comenzó a explicarle:
- Si la mitad de la gente me trae tanta leña como pueda y la otra mitad mucho agua mala, estoy casi seguro que los podré ayudar, en ti está la decisión, podrás ser el médico que tú quieras.
- La idea de ayudar está bien, pero esto es absurdo.
- De cuanto quieras a tu pueblo es la dimensión de lo que llamas absurdo
Pensó y pensó y requete pensó “Ernesto”, y al final accedió, total no perdía nada y se aprestó a convencer al pueblo.
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La mitad de la gente convencida empezó a venir con leña y formó una montaña enorme dentro de la estufa, luego la otra mitad puso todos los recipientes con agua mala que encontró encima de la leña, ya culminando el trabajo de los hombres buenos, -la gente de “Ernesto”-
“Nimbo” se acercó, chasqueó los dedos y una llamita nació, la acercó a la leña y se animó el fuego, al principio solo era eso, luego una gran pira, entonces el niño tocó al médico y le señaló la cima de la chimenea desde donde salía humo blanco, humo bueno…nacían nubes buenas, las que traerían lluvia buena, pura…la gente ya no se enfermaría.
“Ernesto” maravillado miró al niño y le preguntó:
-Pero el agua que pusimos es agua mala, el humo no será también malo?
A lo que un conejo rojo, de orejas cortas y cola de caballo contestó:
-El fuego mata todo
Y pegando un brinco de costado se perdió en la inmensidad del cielo, con un niño que se iba riendo.
Desde ese día los hombres de buena voluntad miran al cielo y agradecen que exista el sol, pues saben que detrás existe “Freitag”, y en él vive “Nimbo”, un niño que de estatura mide un metro y medio, pero en bonomía ni se puede medir.
Y usted lector, averigüe por qué algunas nubes se llaman “Nimbus”, y sino le cuentan esta historia…es porque alguien está mintiendo.
“Nimbo” se acercó, chasqueó los dedos y una llamita nació, la acercó a la leña y se animó el fuego, al principio solo era eso, luego una gran pira, entonces el niño tocó al médico y le señaló la cima de la chimenea desde donde salía humo blanco, humo bueno…nacían nubes buenas, las que traerían lluvia buena, pura…la gente ya no se enfermaría.
“Ernesto” maravillado miró al niño y le preguntó:
-Pero el agua que pusimos es agua mala, el humo no será también malo?
A lo que un conejo rojo, de orejas cortas y cola de caballo contestó:
-El fuego mata todo
Y pegando un brinco de costado se perdió en la inmensidad del cielo, con un niño que se iba riendo.
Desde ese día los hombres de buena voluntad miran al cielo y agradecen que exista el sol, pues saben que detrás existe “Freitag”, y en él vive “Nimbo”, un niño que de estatura mide un metro y medio, pero en bonomía ni se puede medir.
Y usted lector, averigüe por qué algunas nubes se llaman “Nimbus”, y sino le cuentan esta historia…es porque alguien está mintiendo.
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