1.2.07

El Sapito Enamorado.



Había una vez un sapito que era muy enamoradizo, se llamaba Octavio. Un día decidió que se quería casar y empezó a buscar novia.

Fue a una pradera y encontró una vaquita muy linda que estaba pastando. El sapito Octavio se acercó a la vaquita, le entregó una flor de cardo y le dijo: “Hola Vaquita preciosa, ¿cómo te llamas?”. La vaquita lo miró para abajo y le respondió: “Me llamo Carlota Vacuno, muchas gracias por la flor” y se comió la flor.

Octavio no quería perder tiempo y le preguntó: “Carlota, ¿te quieres casar conmigo?” Carlota abrió unos tremendos ojos redondos y le dijo: “¡Cómo se te ocurre! Eres muy bajito para mí.”

Octavio se fue saltando, le había gustado Carlota, pero no quiso perder tiempo.

Tenía que encontrar otra novia para casarse.

Saltando se encontró frente a un rosal, se fijó bien y vio una chinita. Pensó: “Yo soy más grande que ella, seguramente le voy a gustar”. Octavio cortó una rosa roja y se la entregó a la chinita. Le dijo: “Hola chinita preciosa, ¿cómo te llamas?.” La chinita se asustó porque no se había dado cuenta que Octavio estaba al lado de ella.

Miró la rosa y se puso contenta: “Oh, ¡qué linda rosa! ¡Muchas gracias! Me llamo Clementina Coleóptero, ¿y tú?.” Octavio se alegró y pensó: “Ahora sí que me resulta.” Le dijo: “Me llamo Octavio Sapiaín, ¿te quieres casar conmigo?. A Clementina le dio pena Octavio, pero le respondió: “No quiero casarme contigo, eres muy verde.”

“Bueno”, pensó nuestro amigo sapito, “la próxima vez sí que me resulta”.

Siguió su camino saltando y se encontró con una culebra de muchos colores. Cortó una margarita, se la entregó con su mejor sonrisa y le dijo: “Hola culebrita preciosa, ¿cómo te llamas?”. La culebra le sonrió de vuelta dijo: “Qué sapito tan amable, me llamo Anastasia Reptil.” “Qué lindo nombre”, le respondió Octavio usando todo su encanto, “Anastasia, ¿quieres casarte conmigo?”. “No es buena idea, yo me arrastro y tu saltas, no somos compatibles.” Y se fue.

Ahora si que se puso triste nuestro amigo. Había puesto todo su empeño, y ninguna de las candidatas se había querido casar con él.

Fue a ver a su abuelo Efraín, que era viejo y sabio y le podía dar un consejo. “Abuelo, ¿qué tengo qué hacer para que alguien se quiera casar conmigo? Nadie me quiere porque soy muy bajo, muy verde o muy saltarín.” El abuelo Efraín le golpeó la espalda y le dijo: “No te preocupes, ten paciencia, tú no tienes que cambiar, sólo tienes que encontrar a alguien que te quiera tal como eres.”

No le gustó mucho el consejo del abuelo, ¿Dónde estaba ese alguien? ¿Cómo iba a encontrarla?.

Saliendo de la casa del abuelo chocó por saltar distraído. Era la sapita más linda que hubiera visto nunca. Ella le dijo: “Perdona, no te vi, me llamo Ernestina, y soy la vecina del abuelo Efraín.” Y se pusieron a conversar, al rato Octavio le preguntó con un poco de vergüenza: “¿Me encuentras muy verde, muy bajo o muy saltarín?” “Noooo.”, le respondió Ernestina, “Tienes un lindo tono verde, saltas muy bien y además eres más alto que yo.” Ernestina se ruborizó y miró para abajo.

Octavio le entregó una flor de loto y le dijo: “Ernestina, eres la sapita más linda y amorosa que conozco, ¿te quieres casar conmigo?”

Ernestina le respondió: “Si sapito lindo, si quiero casarme contigo.”

Se casaron, tuvieron muchos pirigüines que después se transformaron en lindos sapitos y fueron felices para siempre.


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